venres, 8 de setembro de 2017

ARTE EN ESTADO PURO: LA MAGIA DE UN ASTURIANO.









EL TALENTOSO GUAJE DEL MALLECÍN Y FORCINAS DE PRAVIA.
José Ramón Suárez Iglesias, “Cito” para familiares y amigos, hijo de Antonio Suárez Hidalgo y Jesusa Iglesias López, el menor de los cuatro hijos habidos en el matrimonio de sus padres, nace en Salas el día seis de Julio del año 1938.
Su infancia, plena de inocencia y primeros descubrimientos, transcurre en la casa de sus abuelos paternos: Ramón y Amalia, situada en la aldea del Mallecín. Abrir los ojos, aprender a caminar, desarrollar el lenguaje hablado, primeras letras en la escuela, juegos propios de la infancia, búsqueda de nidos de pájaros, aprender a nadar en el río, pescar truchas, subir por los árboles. Poco a poco, el infante se va familiarizando con el entorno físico y social en el que se desarrollarán los años clave de su personalidad adulta. Por paradójico que parezca, el niño, es siempre el padre del hombre. Después de los nueve meses de silenciosa gestación prodigiosa en el vientre materno, serán ahora el clima y las coordenadas de latitud y longitud sobre la esfera terrestre, las que definan sus señas de identidad básicas.
Es a los cinco años de edad cuando, atendiendo a un impulso interior creativo, provisto de un lápiz del colegio, dibuja sobre los blancos azulejos de la humilde cocina, con singular perfección, a su abuelo Ramón fumando en pipa. La predisposición al dibujo, sin embargo, no encuentra el eco apropiado y necesario entre los adultos que le rodean que, como máximo, celebran con gestos tan simples como despreocupados las habilidades del pequeño guaje.
“Debieron haberme enviado a aprender dibujo a alguna academia, pero claro eran tiempos difíciles, a pocos instantes de una aparatosa guerra civil. La peor de todas las guerras por ser entre hermanos”. Manifiesta Cito con tristeza.
En el año 1948,  a los diez años de edad, en busca de una vida más digna, se traslada con sus padres y hermanos a Pravia, donde su progenitor Antonio se gana los garbanzos de la familia conduciendo un camión para la empresa de Ángel Blanco, Minas del Rodical y hace popular su sobrenombre “Cezana” (nombre de su aldea natal) por su carácter dispuesto y amistoso. Es entonces cuando Cito entra como aprendiz en el taller del Escultor-Ebanista Don Bernardino Suárez situado en Forcinas de Pravia.
”Se hacían retablos para iglesias, muebles bien curiosos, arcas…de ahí me viene a mí la afición por la madera y la talla. Allí, los aprendices, realizábamos labores de lijado, afilado de herramientas y limpieza; casi no nos dejaban tocar las gubias, pero al descuido y con entusiasmo, de vez en cuando hacíamos algunos surcos y relieves. Estuve dos años, bien aprovechados allí, me gustaba mucho aquel arte, admiraba al patrón y a los oficiales. Fue una experiencia positiva que me marcó para siempre. Ya de adulto, me di cuenta de que aquella era una manera creativa de pasar el tiempo libre y no andar por los bares bebiendo o jugando partidas de naipes interminables entre la cólera de los malos perdedores. No, a mí esa manera de actuar no me presta nada”.
En el año 1953,  a los quince años de edad de nuestro protagonista, se produce un nuevo traslado de la familia a Oviedo. Cuando por esas fechas, Cito, empieza a trabajar como eventual durante un año en la Hidroeléctrica del Cantábrico, ya conoce sus dos pequeños talentos: la pintura y la talla. Un tesoro interior de valor inestimable que nunca descuidará. A continuación, ya como fijo, trabaja durante diez años más en la empresa eléctrica. Soñar con la pintura y la talla no le quitaban de trabajar porque siempre tuvo la firme pretensión de formar una familia y claro, el arte es una moneda al aire que casi siempre cae de cruz.
Habituado a los traslados familiares, su espíritu es libre y un tanto nómada; por eso en 1965, con veintisiete años de edad, con las mismas ansias de mejora de siempre por bandera, inmerso en una España endógena y sin libertades, se decide a emigrar fuera del país. Su destino ahora será la ciudad de Lieja en Bélgica. Allí trabaja con palas excavadoras y llega a tener una empresa propia en sociedad con el catalán Sixto. Es en la misma Lieja donde conoce a su esposa y compañera, también emigrante, Mercedes Taboada de la Torre, “Merce”, nacida en Cardiñuezo-Ciaño, sobre una mina de carbón y de ascendencia gallega. Andado el tiempo tendrá con ella dos hijos varones: Rober y José Ramón Suárez Taboada.
En el año 1978, coincidiendo con la publicación de la Constitución democrática, a los cuarenta años de edad, regresa de manera definitiva a España y se instala con su familia en el popular barrio gijonés del Pumarín. Trabaja ahora como conductor de camiones y como autónomo, otra vez con grandes palas excavadoras. Hasta que el año 1997, con cincuenta y nueve años de edad, después de una dilatada y esforzada vida como trabajador,  decide acogerse a la jubilación anticipada que le permite la legislación laboral.
“Tengo llegado a casa y tirarme en el suelo, tenía las rodillas hinchadas y los huesos hechos polvo, no se ni como estoy vivo. He trabajado mucho”. “Bastó para tomar la decisión de retirarme aunque me bajaron la pensión, el ejemplo de un pobre tío mío, que se murió a los sesenta y cinco años de edad, recién jubilado, como aquel que dice sin comerlo ni beberlo. De todo se aprende algo aunque duela”.
“En unas de las primeras vacaciones estando en Bélgica, compré en España un completo equipo de talla, de vez en cuando hacia algo, pasaba el tiempo feliz y me realizaba”.”Era mí secreto a voces, mi grito de libertad fuera de la exigente vida laboral”.
“Después viendo un cuadro al óleo pintado por una amiga de mí mujer, me empecé a cuestionar temas como la luz y la sombra de aquella pieza. Y casi tocando con los dedos al niño de cinco años que, mucho tiempo atrás, había pintado a su abuelo fumando en pipa con un lapicero sobre los azulejos de la humilde cocina de la casa del Mallecín, me puse a pintar de nuevo”.
En la actualidad, a sus setenta y cinco años recién cumplidos, vive con su señora en un alegre piso de un bonito edificio del barrio de Montevil carretera de la carbonera. Con los achaques propios de la edad, es feliz, gracias a que está rodeado del cariño de su familia y de sus amigos.
Dibuja: al óleo Marinas para María Dolores y Fabiola de la Puebla del Caramiñal (Galicia), el retrato a lápiz de Camilo José Cela y un soldado de la reconquista a rotulador para Sindo de Barro (Galicia), al óleo la sirenita de Copenhague que preside el salón de su casa, paisajes también al óleo que andan colgados por las distintas habitaciones de la vivienda…
Talla en madera: Una bodega de sidra, un Atlas con la bola del mundo sobre sus hombros, un ajedrez de madera, joyeros, budas…
Obras de arte que fotografía con el móvil y muestra satisfecho. Últimamente también construyó un velero a escala. No para.
“La pintura es sobre todo luz, sombra y perspectiva. La escultura, la talla, es una cuestión de volumen, forma y mucha paciencia”.”Mientras viva siempre estaré aprendiendo algo, no hay dos días iguales en el mundo por mucho que lo intente la monotonía”.”Creo que he hecho algunas cosas dignas de verse, podría reunirlas y si me ayudan mostrarlas a la gente en alguna sala cultural, para animar a que todo el mundo sea creativo”.
Como además la mecánica no tiene secretos para él y es capaz de hacer muebles de madera, hay quien asegura que su diminutivo familiar: “CITO”, significa: Cariño, Inteligencia, Talento y manos de Oro.
Por lo demás, le gustaría tener unos nietitos ahora que los hijos están creciditos ya. Se reprocha su falta de voluntad para dejar el dichoso tabaco. No bebe alcohol casi nunca. Sonríe con humildad casi siempre, se entretiene hablando con los niños, cuenta algún que otro chiste, se deleita con la belleza de las buenas mozas. Es sencillo, es dulce, es auténtico, es casi el mismo talentoso guaje del Mallecín y Forcinas de Pravia, rebelándose contra el tiempo…y es que señoras y señores, la fuerza de la creatividad imprime carácter y marca la diferencia.

Dúas das súas obras e  o autor.



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