ARTE Y VERGÜENZA
Hacer arte es orar ,rezar,
repetir mantras y pintar mandalas por nuestro hermoso pero herido planeta, es
indagar en lo que somos; a mi personalmente ser n artista todavía me da alguna
vergüenza. En mi caso escribo mucho y realizo algunos dibujos, leo y soy ya un
pequeño filósofo, desde la primera adolescencia: los 14 años. Trabajo mucho ,
algunas temporadas más otras menos. Me esfuerzo, pero el trabajo intelectual no
puede con las ganas que tengo de ser mi abuelo paterno Francisco, que fue
agricultor, alcalde pedáneo de su aldea, cosechero de vino, con hacienda doméstica:
vacas para la leche y marranos para la matanza. No, en vez de artista
vergonzoso, yo sería perfectamente mi abuelo con todas las de la ley y en paz.
Murió mi abuelo ya viudo con 86 años en la década de los 90; pues bien hizo la
guerra por obligación con los golpistas de derechas en Guadalajara como
ordenanza de un teniente italiano. Era fuerte como un oso , estilizado, sobrio,
muy trabajador, no leía libros, ni admiraba cuadros, ni escuchaba música
clásica, aún vestido con la piel de gusano definida por Herman Hess y la del
villano en su rincón de Lope de Vega, impresionaba por su manera de vivir al
margen del placer, los vicios tabernarios y la devoción cristiana. Verano
e invierno la piedra semi esférica que
da nombre a la aldea en la que se casó con Espléndida era testigo de como
bajaba desnudo de torso con una toalla al cuello para hacer sus abluciones
matinales; nunca le vi enfermo, hasta el último momento de su vida vendía cara
la derrota, ya en la casa de los Maquieira de Briallos donde se había casado su
hija Maruja, al querer alcanzarle unas zapatillas, recuerdo que rechazó mi
auxilio y las recogió el con las extremidades inferiores, seguro que para darme
una última lección de su lucha por la vida y su coraje. Jueves 18 de Marzo del
año 2021
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