SEGISMUNDO
Implacable como
un robot de la galaxia m81
de acero y
diamante persiguiendo mariposas en venus
el hermoso
jardín diseñado por el ser humano importado
a Tierra B o
Ínvado, o ese planeta de repuesto
que se ha
inventado él mismo en su sueño realista
de esta tarde
submarina, desabrida y atlántica.
Ahí está el
príncipe Segismundo jugándose la vida
a siete
millones y medio de años luz de distancia
ayudando a
bajarse a los simios de los árboles africanos.
Porque le duele
la palabra inicial: Implacable
y prefiere
sentarse en el venus jardín
para meditar
sobre algunas estrofas del Gilgamesh Sumerio
como hacían los
Babilonios a orillas del Eufrates.
“Eridú el
primer asentamiento cerca del lago Apsu
Enki el
guardador de las bases Me
Inanna la reina
del sexo y
Uruk en la zona
oriental de la gran riada
la primera gran
ciudad humanoide…”
Sí Segismundo
está cansado de ser siempre el prisionero
de la obra de
teatro barroca de don Pedro Calderón de la Barca
y por eso
severo, riguroso, firme ahora es un importado
un levantado
del planeta Tierra, un aducido absorbido
por agujeros de
gusano, el magnífico rey de los robots
de Tierra B, o
Ínvado, o ese planeta de repuesto sugerido
que
despreocupados pisotean en sus juegos didácticos
los niños
mascota de los de acero y diamante potentes
e implacables
de la galaxia m81 en la osa mayor.
Segismundo
ahora se ríe de su propio sueño
y soporta como
puede entre poemas de ciencia ficción
el impetuoso
clima invernal de dulce Liliput…
Domingo 27
diciembre de 2020
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